Ella se llama Lucy y es una mujer con un enorme carisma. Viene a veces a mi casa a hacer el aseo y es realmente dedicada. "No me siento a gusto si no dejo todo bien limpio antes de irme", dice.
Vive en una lejana población en un cerro del Estado de México y hace poco menos de dos horas para llegar aquí. Ni entre 'micros' y el metro pierde ella el estilo: siempre llega con un brillante bolso negro con imitaciones de diamantes y bordados de mariposa.
Yo la conozco hace casi un año y me queda claro que es una mujer noble y sumamente honrada (incluso a los ojos de un paranoico desconfiado como yo). Tiene, además del bolso, hermosos detalles que adoro: nunca me dice por mi nombre, me dice
'Man'to' (como 'manito', sin la
i) y cuando se ensucian mis trapos de cocina, ella me trae unos de su casa mientras se lleva los sucios para lavarlos.
Lucy acaba de cumplir 50 años, tiene muchos hijos y varios nietos. Cuando viene, siempre comemos juntos y la he visto entusiasmarse con comidas que no había probado, el mejor hallazgo hasta ahora, el Chop suey.
Cuando comemos vemos la tele juntos y una vez, en la tele, hablaban de una infidelidad que le costó el matrimonio a una actriz (ni me acuerdo cuál). Ella, casi para sí, dijo:
"Pues si todos los hombres nos engañan, por qué nosotras no". Me dejó impresionado, me pareció una actitud moderna y me hizo mucha gracia. Lucy sabía de lo que hablaba: había sido víctima de infidelidades en todas y cada una de sus relaciones.
Poco a poco, durante posteriores comidas fue contándonos de su vida: hace años que ella y su marido no duermen en el mismo cuarto; llevan una relación que prácticamente no es tal, debido principalmente a que él tiene otra mujer, y otros hijos. Cuando ella lo supo, le reclamó; él respondió: "A ti qué te importa; yo tengo todas las viejas que quiera mientras las pueda mantener". A la fecha, muchos años después, él sigue teniendo esa "casa chica", aunque, al parecer, la realmente chica es la de Lucy, porque la de la otra señora es un cuarto más grande.
Unos años después, Lucy conoció un señor que -cosa rara- la trataba muy bien. Ella se ilusionó y, a escondidas, comenzó a salir con él. Como ya estaban tan distanciados ella y su marido (es un decir, nunca se casaron) y siendo que él ya llevaba una vida alterna (o dos, o tres..), parecía no haber mayor bronca con eso. Parecía...
Hoy me enteré que hace unos días el marido oyó que habían visto a Lucy acompañada de "un señor". El hombre ardió en cólera y, con apenas una vaga sospecha, corrió a su casa, llegó donde Lucy, la insultó con todas las peores cosas que pueden decirse y la golpeó brutalmente durante más de media hora. La dejó hinchada, amoratada, sangrando.
Cuando me contó me encabroné muchísimo, le pregunté si lo había ido a denunciar. Ella dijo que no.
"Es que la verdad sí fue mi culpa por lo que le hice". No sé cuánto debo haber abierto la boca y los ojos. No podía creer lo que estaba escuchando. Me contó también que la amenazó con matarla con arma en mano. Después de eso, Lucy no hizo nada, sólo quedarse callada cuando sus hijos le preguntaron qué había pasado. "No fui al Ministerio Público por miedo, porque mi marido conoce a varios ahí. Al rato van y le cuentan; y me va a 'dar en la torre' otra vez", textual.
Hay algo que deben saber: para bien o para mal, soy una esponja emocional. Soy extremadamente propenso a la empatía y absorbo las situaciones demanera muy profunda. Es muy difícil que ciertas cosas me sean indiferentes, así que cuando escuché la historia, mi corazón se apachurró y sentí una profunda tristeza por la buenaza de Lucy.
Sentí que no podía dejarla sola, pero también es cierto que no estaba bien que me metiera demasiado, a pesar de mis ganas de treparla al coche y llevarla a denunciar en ese instante. Al final del día, es cierto que si ella no quiere, las cosas no van a cambiar. Así que lo mejor que podía hacer era conseguirle teléfonos y direcciones en las que ella puede, si quiere, pedir ayuda. Comencé a llamar a los lugares que pude: DIF, MP, asociaciones civiles, etc. tratando de que me dijeran qué podía ella hacer. Al principio, mientras ella me vio hacer las llamadas no parecía convencida, se veía temerosa. Pero luego la miraba y se me quedaba viendo, como un cachorrito, ansiosa, esperando que le diera algún consejo. Me topé con pinchemil trabas: ¿tiene las heridas visibles? -no, ya pasó hace varios días- ¿Hay testigos? -no, la agarró sola.- Y una serie de "peros" que me pusieron. Uno creería que es fácil hacer este tipo de denuncia, estando el tema de la violencia doméstica e intrafamiliar tan sobado hoy en día; y no. Tuve que llamar a 6 oficinas diferentes, de una me mandaban a otra. Finalmente logré contactar a una abogada dentro de una A.C. que podía recibirla y defenderla sin costo. Anoté los datos en un papel y se lo di. Lucy parecía muy agradecida.
En este momento no sé si pedirá ayuda o no. Ignoro si el profundísimo machismo de este país la seguirá convenciendo de que lo ocurrido fue "por su propia culpa" o si vencerá al miedo. De corazón deseo que vaya, pero sólo ella puede decidirlo; le dije, eso sí, que no estaba sola y estoy decidido a ayudarla tanto como ella me lo pida. Al final, algo es cierto: tenía los ojos con lágrimas cuando le di el papel; me dijo: "muchas gracias, man'to", y me sonrió. Me quedo tranquilo, el papel con los números y las direcciones ya está en sus manos: la vi meterlo en su bolso negro de diamantes y mariposas antes de irse.